"Dad gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para vosotros en Cristo Jesús.."
1tesalonicenses 5:18
El Apóstol Pablo vivió bajo persecusión constante, fue arrestado e incluso torturado varias veces durante su ministerio. Sin embargo, esto nunca le impidió mantener una actitud de agradecimiento y alabanza hacia Dios. Es más, el agradecerle a Dios continuamente y alabarlo era lo que más pareció ayudarlo cuando atravesaba momentos muy difíciles, especialmente cuando no sabía si iba a ser crucificado.
No por nada Pablo exhorta a los creyentes a hacer lo mismo. Mantener un corazón agradecido nos ayuda a poner nuestra atención en las cualidades bondadosas de Dios, y apreciar lo que tenemos tanto en lo mucho como en lo poco. Aunque no entendamos todo lo que ocurre a nuestro alrededor y nuestro mundo interior, saber agradecer nos ayuda a recordar el lado bueno de la vida, y más importante aún, la misericordia y fidelidad eterna del Señor. Implica necesariamente traer a la memoria aquellos hechos concretos y puntuales en los cuales reconocemos la bondad de Dios y su constante provisión.
Muchas veces nos resulta fácil caer en la trampa de mirar lo que no
tenemos y quejarnos por eso. O de prestar demasiada atención a nuestro dolor y miseria, perdiendo así el foco de las cosas. Cuando nuestra mente está llena de pensamientos negativos, surge la queja. Y si persistimos en esta actitud, le vamos cerrando la puerta a la gracia de Dios. Ésto nos lleva inevitablemente a la rebelión, al pecado y a la ruina. La queja sólo nos aleja de Dios, nubla nuestro entendimiento y nos amarga el alma. Y preocuparnos siempre por lo que no tenemos nos lleva a no valorar y cuidar lo que sí poseemos. Como nos indica Pablo, caminar por esta pendiente sólo nos conducirá a la desgracia. "A pesar de haber conocido a
Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se
extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su
insensato corazón" (Rm 1:21)
Nada de lo que tengamos o seamos es por nuestro esfuerzo, sino porque Dios nos lo dio en abundante gracia. A pesar de que no entendamos las circunstancias que estemos atravesando, o por qué Dios permite esto y aquéllo, debemos tratar de ser conscientes de que Él es Dios y nosotros no. Nosotros no somos quiénes para juzgarlo. No obstante, Dios, en su infinita paciencia y misericordia, permite y respeta nuestras dudas, quejas o cualquier crítica que tengamos hacia Él; tal como lo hizo con su siervo amado Job. Si confiamos en Dios y somos honestos con lo que nos pasa y sentimos, Él nos irá respondiendo y seguirá bendiciendo.
Así como Pablo mantenía una actitud de agradecimiento hacia Dios a pesar de las dificultades, el Rey David también lo hacía. David, consciente del carácter omnisciente de Dios, siempre mantenía el corazón abierto hacia Él y nunca le escondía nada. "Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos" (Sal 69:5). Y si bien varias veces volcaba sus dudas y quejas hacia Dios, siempre lo hacía dentro de un espíritu de oración y agradecimiento, con un corazón humilde buscando sin cesar Su guía y protección.
Además, cabe destacar que en los Salmos escritos por David generalmente se manifiesta un cambio de ánimo que va del lamento y/o queja hacia la alabanza y agradecimiento. Esto claramente nos demuestra que David se negaba a permanecer en la angustia, la duda y la desesperanza. A pesar de haber estado atravesando momentos de intenso sufrimiento, él siempre buscó aferrarse a las buenas cualidades del Señor, eligiendo creer en la esperanza y afianzarse en la fe. De esta manera, David experimentaba y comprobaba vez tras vez la eterna misericordia y fidelidad de Dios para los que le aman; razón por la cual nos alienta a hacer lo mismo.
“Entrad por sus puertas con acción de gracias, y a sus atrios
con alabanza dadle gracias, bendecid su nombre. Porque el Señor es
bueno; para siempre es su misericordia, y su fidelidad por todas las
generaciones” (Sal 100:4-5).
Expresar agradecimiento nos ayuda a recordar que Dios está en control, y a confiar en que nuestras vidas están en sus manos. Nos aleja de los temores, preocupaciones y ansiedades al traernos a consciencia lo que realmente importa, que nosotros pertenecemos a Dios y hemos sido bendecidos a través del sacrificio y resurrección de su hijo Jesucristo. Como bien nos aconseja el Apóstol Pablo:
"Por nada estéis
afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en
toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" - Filipenses 4:6-7
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