viernes, 31 de mayo de 2013

Te pido la Paz

       

                Te pido la paz 
          Para mi ciudad 
       Te pido perdon 
          Por mi ciudad 
       Ahora me humillo 
          Y busco Tu rostro   

¿A quién iré Señor si no a Ti?

miércoles, 29 de mayo de 2013

El Silencio de Dios durante la depresión

Experimentar el Silencio de Dios es de por sí difícil y doloroso. Más todavía cuando uno atraviesa una depresión. En esos momentos, en medio de tanta fragilidad y desolación, el sentir la lejanía de Dios se torna insoportable y casi imposible de sobrellevar. Caemos fácilmente en la desesperanza y desconsuelo. Los pensamientos negativos nos invaden como olas intempestuosas y la angustia se apodera de nosotros impidiéndonos pensar con claridad. Empezamos a caer en espiral hacia una oscuridad cada vez más abrumadora. Y cuanto más caemos, más quisiéramos poner fin a nuestras vidas. La idea de muerte se va intensificando al punto de convertirse en el objeto de nuestro principal anhelo. Por más que clamemos a Dios para que nos ayude a salir de ese tormento, no recibimos respuesta alguna. En consecuencia, nos desesperamos aún más, mientras que nuestra fe se va debilitando. No podemos entender por qué un Dios misericordioso permitiría que algo así nos pasara. ¿Por qué su ayuda no llega? ¿Por qué se mantiene en silencio frente a nuestro dolor?

Éstas y muchas otras preguntas se van adueñando de nuestros pensamientos, dejándonos en ocasiones extremadamente agotados. Caemos en la confusión y en la duda, en una profunda crisis de fe. A veces incluso nos dejamos llevar por el enojo. Sin reparos empezamos a cuestionar a Dios, su poder y misericordia ¿Será este Dios alguien bueno? ¿No será un sádico que se complace en vernos sufrir? ¿Acaso no tiene el poder suficiente para ayudarnos y sacarnos de esta situación?  Y cuanto más tiempo se prolongue nuestra depresión y Su silencio, más nos impacientamos. Nuestra ira se agudiza, con lo cual lo desplazamos a Dios de su rol y lo colocamos en el banquillo de los acusados. 

Sencillamente no tenemos la capacidad para tolerar el Silencio de Dios, especialmente en medio del dolor. Sin embargo, lo que sí está a nuestro alcance es la actitud que tomemos para afrontarlo. Cómo lidiemos con Dios mientras atravesamos nuestra enfermedad será la clave para evitar seguir cayendo en la desesperación y alejarnos cada vez más de Su presencia. Será parte de nuestra responsabilidad luchar contra los pensamientos y sentimientos negativos y condenatorios. Dios suplirá el resto, por que "aún en el silencio, Dios siempre actúa" (1). Dependerá de nosotros en permanecer obedientes ante Su misteriosa voluntad y permitir que siga obrando en nuestras vidas por más que, al igual que Job, no lo entendamos. 

Cuando atravesamos una depresión, suelen aflorar pensamientos o sentimientos de los cuales no eramos del todo concientes. Tal vez, incluso, recuerdos reprimidos que necesitan ser sanados.  En medio de la fragilidad y vulnerabilidad que sentimos, nos tornamos más susceptibles a todo cuanto nos rodea, especialmente a lo que nos pasa por dentro. Paradójicamente, es en medio de la oscuridad de la depresión donde surge una luz que ilumina nuestro interior mostrándonos ciertas cosas que permanecían escondidas, que nos eran ocultas. Es ahí cuando reconocemos ciertas facetas nuestras que hasta el momento tratábamos de acallar, esconder o disimular. Incluso, facetas que tratábamos de justificar. En otras palabras, la depresión nos desnuda el alma frente a Dios.

Todas esas voces, ideas, imágenes, recuerdos que van saltando como resortes desde nuestro interior hacia el exterior son cosas que Dios quiere mostrarnos. Sólo al sacarlas a relucir bajo Su luz, pueden ser sanadas, redimidas y/o perdonadas. Ahora ya la pregunta no pasa por el Silencio de Dios, sino por lo que tenemos adentro; con lo que vamos descubriendo, qué haremos al respecto ¿Nos justificaremos? ¿Nos amaparemos bajo so pretexto de que estamos enfermos? ¿trataremos de cambiarlo por nuestra cuenta? ¿le restaremos importancia? ¿O nos llevará a buscar más y más a Dios, su perdón y redención? 

Una de las cosas que el Silencio de Dios busca en nosotros es nuestro silencio, la quietud y calma en nuestro interior. Para lograrlo, primero Dios debe sacar todos esos ruidos que guardamos dentro. Ruidos que suelen exponenciarse y mostrar su verdadera naturaleza frente al sufrimiento o a Su silencio. Pueden ser ideas equivocadas, mentiras, miedo, preocupaciones, dolor, imágenes, recuerdos, traumas, enojo, dudas, y muchas otras cosas más. Por lo general, intentamos tapar todos esos ruidos con  otros ruidos, razón por la cual tendemos a desesperarnos aún más cuando sentimos que Dios no nos responde. Pero Dios sí responde, sólo que no de la manera que esperamos. Él responde a través de actos en medio de su silencio, porque sabe que sólo así puede brindarnos la posiblidad de redimirnos y sanarnos. Dios lo que quiere es ir sanando recuerdos dolorosos que fueron reprimidos, redimir ciertos aspectos de nuestro carácter e ideas que no van acorde a su Palabra, purificar sentimientos que nos conducen al pecado. Vaciarnos de todo ello para que finalmente reine la quietud en nuestro interior, de manera que pueda coexistir en nosotros el silencio de Su presencia.

A veces pareciera como si el ser humano estuviese lleno de equipos de sonido y video dentro suyo, todos a una prendidos. Viviendo en un estado así, ¿cómo podríamos pretender escuchar a Dios? ¿Acaso podríamos? Ni siquiera con un amplificador Dios lograría captar nuesta atención. Y sin embargo, cuando uno sufre de depresión, parece inevitable tener todos esos canales prendidos. Las voces, imágenes, ideas fluyen como ríos. Nos resulta imposible contener semejante inundación. Solos no podríamos, necesitamos aferrarnos a Dios y a Su palabra para lograrlo. Con el tiempo, bajo Su gracia podríamos poco a poco acallar todas esas voces que nos atormentan y tratan de poner en jaque nuestra relación con Dios. Por más que muchas veces nos sintamos sin fuerzas, sin poder levantarnos de la cama siquiera, sólo basta con un mínimo de voluntad para desear seguir buscando a Dios y obedecerle en Su palabra. Él suplirá el resto, se irá encargando de todo lo demás.

Si nos rendimos a la misteriosa voluntad de Dios, Él obrará a través de Su silencio para recrear en nosotros un silencio interior de manera que podremos percibir claramente Su voz. Podremos incluso ser llenados de Su presencia, presencia que trae quietud, calma y paz a nuestras vidas. "Es aquí cuando la búsqueda de ese silencio se convierte en virtud, porque la virtud no es mas que el trabajo esforzado en la adquisición de hábitos buenos, y el silencio es una de esas experiencias que nos ayudará a percibir con mayor nitidez la voz de Dios a cada momento" (1). Y es desde el silencio que nos moveremos hacia lo que esa voz nos indica, cumpliendo así con la voluntad del Padre para nuestras vidas.

Como una vez oró sabiamente Reinhold Niebuhr, "Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia; viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a la vez; aceptando las adversidades como un camino hacia la paz"


(1) Dios no te ha olvidado, por David Wilkerson.

martes, 28 de mayo de 2013

El Silencio de Dios

Atravesar el Silencio de Dios puede llegar a ser muy arduo, tanto más si Su silencio se prolonga por largo tiempo. Inevitablemente caemos en la desesperación, en la sensación de abandono y rechazo, en la confusión. Constantemente nos preguntamos ¿por qué nos sucede esto?, ¿qué habremos hecho?, ¿acaso es un castigo? E incluso llegamos a pensar que tal vez habremos perdido la fe, hundiéndonos en la duda y la desesperanza. 

Muchos creyentes tarde o temprano experimentan este silencio en sus vidas. En tales casos pareciera como si uno estuviese perdido en medio del desierto, tratando de sobrevivir a la aridez y desolación del lugar. Las circunstancias se van tornando difíciles,  intensificando con ello los sentimientos de soledad y abandono. Tratamos de buscar a Dios en todos lados, a través de la oración, la Palabra, la alabanza. Pero aún así, sólo nos encontramos con un profundo silencio. Ni siquiera recibimos de Su parte consuelo alguno en los momentos de intenso sufrimiento. Dios  nos parece estar muy lejos, demasiado lejos. Y sentirlo así nos produce dolor, nos hiere en el alma.

Es en esta encrucijada donde nuestra fe y fidelidad a Dios se ponen a prueba ¿Continuaremos buscándolo a pesar de Su aparente ausencia? ¿Seguiremos orándole con fervor? ¿Lo alabaremos a pesar de sentirlo indiferente a nuestra situación? O, ¿le daremos la espalda a Dios y buscaremos consuelo y ayuda donde no debiéramos? ¿Seguiremos el ejemplo que demostraron el Rey David, Job o el Apóstol Pablo mientras atravesaban durísimas pruebas e intenso sufrimiento? ¿O seguiremos el ejemplo de Israel en el desierto cayendo en idolatría? 

No resulta para nada fácil atravesar el Silencio de Dios. Y la actitud que tomemos para afrontarlo dependerá enteramente de nosotros, de nuestra voluntad y deseo de seguir buscándolo o no a pesar de las adversidades. Dios conoce nuestras imperfecciones, y sabe muy bien cuán frágiles podemos llegar a ser, especialmente en los momentos de mucho sufrimiento. A pesar de que se mantenga aparentemente en silencio, Él siempre está ahí al lado nuestro asistiéndonos y proveyéndonos del maná para que sobrevivamos a la travesía que nos tocó hacer por ese desierto.

Cuando atravesemos momentos así, tratemos de recordar que Dios nunca abandonó al pueblo de Israel a las inclemencias del desierto. Siempre estuvo ahí junto a ellos alimentándolos en abundancia y guiándolos hacia la Tierra Prometida. Nunca permitió que pasaran hambre y sufrieran de sed. Dios nunca abandona a su pueblo; Él siempre permanece fiel. Confiemos, entonces, cuando Dios nos declara:

"Así como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré." Josué 1:5


domingo, 26 de mayo de 2013

Llorando con David

Salmos 6
Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Oración pidiendo misericordia en tiempo de prueba 
Al músico principal; en Neginot, sobre Seminit. Salmo de David.

    Jehová, no me reprendas en tu enojo,
    Ni me castigues con tu ira.
Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo;
Sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen.
Mi alma también está muy turbada;
Y tú, Jehová, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma;
Sálvame por tu misericordia.
Porque en la muerte no hay memoria de ti;
En el Seol, ¿quién te alabará?
Me he consumido a fuerza de gemir;
Todas las noches inundo de llanto mi lecho,
Riego mi cama con mis lágrimas.
Mis ojos están gastados de sufrir;
Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.
Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad;
Porque Jehová ha oído la voz de mi lloro.
Jehová ha oído mi ruego;
Ha recibido Jehová mi oración.
10 Se avergonzarán y se turbarán mucho todos mis enemigos;
Se volverán y serán avergonzados de repente.

Abrazar la depresión

Abrazar la depresión no significa rendirse ante ella, sino dejar de luchar, de resistirse ante tal enfermedad rindiéndose uno ante Dios y su infinita misericordia. Dejar que nuestras vidas posen en sus manos, a su eterno cuidado. Reconciliarse con la depresión significa en ultima instancia materializar en nuestras vidas la oración que nos enseñó Jesús, "hágase Tu voluntad y no la nuestra". Sólo así podremos hacer las paces con nuestra enfermedad y sobrellevarla de una mejor manera. Y sólo así podremos aligerar nuestra carga al entregársela a Jesús.

Cuando atravesamos una depresión, tendemos a tirarnos muy abajo, a sentirnos rechazados y a desesperarnos, mientras buscamos hasta el agotamiento la sanación. Tendemos a recurrir a cualquier método con la intención de deshacernos de ella lo antes posible. Esto no significa que uno no debería hacer uso de las ayudas médicas, psiquiátricas y psicológicas que tanta ayuda nos pueden brindar. Pero luchar contra la depresión sólo nos lleva al desgaste, e incluso, tal vez, a  una continua  decepción. Y es así que terminamos aún más desesperados y desanimados cuando comprobamos que la sanación no llega. 

En cierta medida, esta lucha contra la enfermedad nos lleva a veces a lastimarnos. Cuando nos esforzamos demasiado, nos desgastamos. Cuando clamamos a Dios incesantemente, terminamos sintiéndonos como un disco roto y rayado. Cuando tratamos de seguir todos los pasos que nos indican en los libros de sanación, terminamos encasillando en una fórmula nuestra vida espiritual y la acción del Espíritu Santo. Y al final, en aquellos casos en los cuales la depresión no se cura, la desesperanza se vuelve aún más abrumadora, aplastándonos sin piedad y dejándonos inmovilizados. Lo único que conseguimos es intensificar nuestra ansiedad, miedos, preocupaciones, desesperanza, falta de confianza, frustración e impotencia. Quedamos atrapados en un círculo vicioso donde lo único que se repite sin falta es el conjunto de todos esos sentimientos y pensamientos negativos que hacen estragos a nuestro ser, golpeando severamente nuestra autoestima. Y lo que es más grave todavía, nuestra relación con Dios se va erosionando, sufriendo daños que nos llevan inevitablemente a alejarnos interiormente de Su presencia.

Al esforzarnos demasiado, estamos tomando el control de nuestras vidas y abordando la enfermedad a nuestra manera. En consecuencia, no le estamos dejando lugar a Dios para que obre en nosotros y a través de nosotros según Su voluntad. Por otro lado, rogarle a Dios incansablemente significa que estamos tratando de forzar Su voluntad y moldearla a nuestros deseos, viéndolo como si fuese nuestro servidor y no nuestro Dios único y Soberano. Y por último, cuando tratamos de seguir al pie de la letra todos los métodos y pasos recomendados en los libros de sanación, nos estamos olvidando que la vida y el ser humano son realidades muy complejas que no necesariamente responden a un esquema determinado. Cabe señalar que mientras cumplimos todas esas "reglas", si bien recurrimos a Dios -a través de la oración, Su Palabra, arrepentimiento, etc-, a veces podemos cometer el error de hacerlo como si fuese una pieza más del tratamiento. Como si Él fuese una máquina, y si tocamos los botones necesarios, ésta inevitablemente va a tener que responder como queramos, nos va a tener que dar lo que buscamos. Dios nunca trabaja así con sus criaturas. Recordemos cómo trató Dios con la depresión del Rey David o la de Elías. Siempre partió de una relación íntima y personal entre los dos.

Para entrar en una relación íntima con Dios y mantenerla mientras atravesamos una depresión, es importante dejar de dar vueltas sobre los mismos pensamientos que sólo nos llevan a hundirnos en la confusión. Seguir preguntándonos hasta el cansancio ¿por qué Dios lo permitió?, ¿por qué Dios no me sana?, ¿acaso no le importo?, ¿será Dios un Dios bueno?, ¿qué clase de Dios es éste que no responde a  mis ruegos y parece indiferente a mi dolor?, todas estas preguntas, si bien son válidas y Dios las honra y escucha, no nos conducen a nada. Lo único que se consigue es hacer tambalear nuestra fe y convertirnos en personas de doble ánimo, inconstantes en todos nuestros caminos (Santiago 1:8). Y sabemos que Dios no quiere esto para nosotros. Todo lo contrario, Él siempre espera que nos mantengamos firmes en la fe a pesar de la adversidad. Dios no nos abandonará jamás, sino que nos irá asistiendo a lo largo del camino. 

En la Biblia, Dios nos dice claramente: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" (Isaías 55:8-9). En este pasaje, Dios nos está indicando que nunca vamos a poder conocer o entender sus "pensamientos" y "caminos"; es decir Su voluntad absoluta. En consecuencia, la única manera de salir de la confusión que nos provoca nuestra situación es  simplemente tratar de aceptarlo como podamos. Sólo con un corazón humilde, obediente y agradecido podremos lograrlo. Y en esto tenemos que ser conscientes de que estas cualidades se cultivan mediante una continua relación y comunión con el Dios triuno. Debemos pedírselas para que nos las conceda, y cuidarlas a lo largo de nuestras vidas. 

Como dijimos en un principio, aceptar la depresión significa rendirse ante Dios y Su voluntad, permitiéndonos vivir confiados de que nuestro presente y futuro está en Sus manos. Adoptar esta actitud nos ayuda a caminar sobre un suelo firme y seguro basado en Su plan divino de salvación para con su pueblo. Plan que ideó desde los inicios de la creación para liberarnos del pecado y la muerte a través de la encarnación, crucifixión y resurrección de su único Hijo Jesús.

Cristo cargó la cruz por nosotros. Ya cargó con todas nuestras dolencias y enfermedades. Ahora dependerá de nosotros si queremos dejar de aferrarnos a ellas y entregárselas confiados bajo sus pies. Él siempre estará dispuesto a cargar por nosotros nuestra depresión. A nosotros sólo nos toca esperar junto a Él, con paciencia, humildad y un corazón agradecido, el momento de nuestra sanación y liberación.

Confiemos, entonces, en Dios cuando nos declara en Su Palabra: "Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis." (Jeremías 29:11)

sábado, 25 de mayo de 2013

La importancia de Agradecer

"Dad gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para vosotros en Cristo Jesús.."
1tesalonicenses 5:18
 
El Apóstol Pablo vivió bajo persecusión constante, fue arrestado e incluso torturado varias veces durante su ministerio. Sin embargo, esto nunca le impidió mantener una actitud de agradecimiento y alabanza hacia Dios. Es más, el agradecerle a Dios continuamente y alabarlo era lo que más pareció ayudarlo cuando atravesaba momentos muy difíciles, especialmente cuando no sabía si iba a ser crucificado. 

No por nada Pablo exhorta a los creyentes a hacer lo mismo. Mantener un corazón agradecido nos ayuda a poner nuestra atención en las cualidades bondadosas de Dios, y apreciar lo que tenemos tanto en lo mucho como en lo poco. Aunque no entendamos todo lo que ocurre a nuestro alrededor y nuestro mundo interior, saber agradecer nos ayuda a recordar el lado bueno de la vida, y más importante aún, la misericordia y fidelidad eterna del Señor. Implica necesariamente traer a la memoria aquellos hechos concretos y puntuales en los cuales reconocemos la bondad de Dios y su constante provisión.

Muchas veces nos resulta fácil caer en la trampa de mirar lo que no tenemos y quejarnos por eso. O de prestar demasiada atención a nuestro dolor y miseria, perdiendo así el foco de las cosas. Cuando nuestra mente está llena de pensamientos negativos, surge la queja. Y si persistimos en esta actitud, le vamos cerrando la puerta a la gracia de Dios. Ésto nos lleva inevitablemente a la rebelión, al pecado y a la ruina. La queja sólo nos aleja de Dios, nubla nuestro entendimiento y nos amarga el alma. Y preocuparnos siempre por lo que no tenemos nos lleva a no valorar y cuidar lo que sí poseemos. Como nos indica Pablo, caminar por esta pendiente sólo nos conducirá a la desgracia. "A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón" (Rm 1:21)

Nada de lo que tengamos o seamos es por nuestro esfuerzo, sino porque Dios nos lo dio en abundante gracia. A pesar de que no entendamos las circunstancias que estemos atravesando, o por qué Dios permite esto y aquéllo, debemos tratar de ser conscientes de que Él es Dios y nosotros no. Nosotros no somos quiénes para juzgarlo. No obstante, Dios, en su infinita paciencia y misericordia, permite  y respeta nuestras dudas, quejas o cualquier crítica que tengamos hacia Él; tal como lo hizo con su siervo amado Job. Si confiamos en Dios y somos honestos con lo que nos pasa y sentimos, Él nos irá respondiendo y seguirá bendiciendo.


Así como Pablo mantenía una actitud de agradecimiento hacia Dios a pesar de las dificultades, el Rey David también lo hacía. David, consciente del carácter omnisciente de Dios, siempre mantenía el corazón abierto hacia Él y nunca le escondía nada. "Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos" (Sal 69:5). Y si bien varias veces volcaba sus dudas y quejas hacia Dios, siempre lo hacía dentro de un espíritu de oración y agradecimiento, con un corazón humilde buscando sin cesar Su guía y protección. 

Además, cabe destacar que en los Salmos escritos por David generalmente se manifiesta un cambio de ánimo que va del lamento y/o queja hacia la alabanza y agradecimiento. Esto claramente nos demuestra que David se negaba a permanecer en la angustia, la duda y la desesperanza. A pesar de  haber estado atravesando momentos de intenso sufrimiento, él siempre buscó aferrarse a las buenas cualidades del Señor, eligiendo creer en la esperanza y afianzarse en la fe. De esta manera, David  experimentaba y comprobaba vez tras vez la eterna misericordia y fidelidad de Dios para los que le aman; razón por la cual nos alienta a hacer lo mismo.
 
Entrad por sus puertas con acción de gracias, y a sus atrios con alabanza dadle gracias, bendecid su nombre. Porque el Señor es bueno; para siempre es su misericordia, y su fidelidad por todas las generaciones” (Sal 100:4-5).

Expresar agradecimiento nos ayuda a recordar que Dios está en control, y a confiar en que nuestras vidas están en sus manos. Nos aleja de los temores, preocupaciones y ansiedades al traernos a consciencia lo que realmente importa, que nosotros pertenecemos a Dios y hemos sido bendecidos a través del sacrificio y resurrección de su hijo Jesucristo. Como bien nos aconseja el Apóstol Pablo:

"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús"  - Filipenses 4:6-7

 

viernes, 24 de mayo de 2013

You´re everywhere, Third Day


     "Como la lluvia que cae sobre la tierra
     regando la semilla para que crezca
     Así es con Tu preciosa palabra, o Señor,
     No va a volver sin que yo sepa que

     Estás en todas partes
     Como la lluvia que cae
     Estás en todas partes
     Como el viento que sopla
     Estás en todas partes
     Como el sol sobre mi rostro
     Siento la calidez de tu abrazo
     Éstas en todas partes


Mi Señor, ahora verdaderamente sé
que nunca podría alejarme de Tu presencia
Mi Dios, estás en todas partes,
Desde las profundidades hasta los cielos
Vos siempre estás ahí."

miércoles, 22 de mayo de 2013

Consejos Prácticos

Algunos consejos prácticos para lidear con la depresión son:

  • Leer la Biblia
Los cristianos basan su vida en la Verdad y no en las emociones. Hay que elegir confiar en la Verdad de Dios en vez de las emociones, ya que éstas pueden llegar a ser inestables especialmente si uno está sufriendo de depresión. Filipenses 4:1 nos ordena a estar firmes en el Señor, o sea en Su Palabra. Asimismo, el Apóstol San Pablo nos alienta a no conformarnos con los pensamientos y parámetros del mundo, sino a constantemente transformarnos por medio de la renovación de nuestro entendimiento (Rm 12:2). Nuestra mente debe ser moldeada por la Palabra de Dios. Con la guía de Jesús y la asistencia del Espíritu Santo, podremos entenderla e incorporarla a nuestras vidas.

  • Alabanzas
Alabar significa elogiar, celebrar, afirmar las cualidades positivas de algo o alguien. Es una manera de demostrar nuestro amor hacia Dios, de recordar sus bondades, de celebrar la salvación que nos brindó a través del sacrificio de su hijo Jesús.
Resulta muy útil recurrir en estos casos a los Salmos. Su característica universal hace que cualquier creyente de cualquier denominación, cultura y/o edad pueda identificarse con ellos. El rey David muchas veces volcó allí su profundo dolor, angustia e incluso desesperanza y crisis de fe.
Hay que entender que una alabanza no requiere del creyente una determinada postura y emoción. En casos de depresión, es muy difícil alabar a Dios. Pero lo importante aquí es la voluntad, por más que el sentimiento o pensamiento no lo acompañe en su momento. Alabar puede incluir también un clamor, un grito de angustia hacia Dios. Dios honra dichas alabanzas, como lo hizo con las del rey David, porque reconoce en ellas la honestidad de quien clama. De hecho, ya con clamar a Dios desde la duda, angustia, crisis de fe, uno ya reconoce la soberanía de Dios; lo acepta como su único salvador.

  • Escuchar música de alabanza
Esto resulta muy beneficioso para la persona que sufre de depresión, especialmente en aquellos momentos cuando se hunde en el pesimismo, la desconfianza y/o enojo hacia Dios. Sirve como un salvavidas que ayuda a apaciguar tales sentimientos e ideas, llevándolo nuevamente a recordar y aferrarse a las bondades y promesas del Señor.

  • Escribir

Volcar las ideas y sentimientos que nos aquejan a través de la escritura sirve para entender mejor la situación que uno atraviesa. A veces dar vueltas y vueltas sobre la misma idea, recuerdo o sentimiento no nos ayuda a entenderlo, procesarlo y aceptarlo. Pero cuando lo escribimos en papel, podemos darnos cuenta de cosas que nos andaban pasando. También evita que todo eso se instale en nosotros, especialmente con respecto a los pensamientos y sentimientos negativos.


No hace falta que uno lo escriba como si fuese una novela o ensayo. Pueden ser simples frases, una palabra, un pequeño párrafo. Lo importante aquí es expresarlo, sacarlo de nosotros y plasmarlo en algo material. Si son hojas lisas mejor, ya que nos dan más libertad para expresarnos, e incluso dibujar. Tener un diario íntimo sirve más todavía, ya que uno puede hacer un seguimiento de sus diferentes estados de ánimo e identificar aquellos pensamientos y sentimientos negativos que se van repitiendo con el fin de ir reemplazándolos con la Verdad de Dios.

  • Orar
Uno de los significados de la palabra ´orar´ es rogar, suplicar, pedir. Es una comunicación con Dios, una conversación que entablamos con Él. Por lo tanto, no necesariamente la oración tiene que ser algo formal, como si alguien estuviese haciendo un discurso. Dios honra más que nada las oraciones honestas y abiertas, especialmente las de un corazón contrito. Como dice el Salmista: "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios." (Sal 51:17).
Las oraciones pueden ser tanto verbales o escritas. En los casos en que uno se siente sin fuerzas, o hundido en la desesperanza o desesperación, resulta de una gran ayuda escribir la oración. A veces nos podemos sentir tan abrumados por sentimientos y pensamientos negativos, que nos resulta imposible vocalizar siquiera una petición a Dios. En esos momentos, recurra a su diario y vaya escribiendo su oración dedicada a Dios. 
Pedir oraciones también es importante, porque a través de la intercesión de otros, uno puede recibir ayuda tanto en cosas pequeñas como grandes. También el recibir oraciones implica recibir consuelo y el apoyo indispensable de otros creyentes. 
Sigámos el consejo del Apóstol Pablo, "Orad sin cesar" (1Ts 5:17)

  • Confesar
Si bien confesar dentro del lenguaje religioso significa declarar los pecados cometidos, tanto si es dirigido a otros creyentes como a Dios mismo; también significa manifestar la verdad sobre hechos, ideas o sentimientos que antes estaban ocultos.
Compartir con otros lo que nos pasa mientras atravesamos una depresión nos ayuda a descargar nuestras penas o pensamientos. Permite que otros nos ayuden a sobrellevar la pesada carga de la depresión, y con ello, se nos hace más ligera. 
Es importante saber con quién podemos contar; discernir quién podría escucharnos. No todas las personas están capacitadas o predispuestas a escuchar nuestras penas. Muchos ya llevan sus propias cargas, por lo cual les puede resultar difícil prestar un oído a otros. En caso de no tener a nadie a quien recurrir, uno puede orar a Dios para que le provea de alguien piadoso y compasivo dispuesto a caminar a su lado. "Y Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Flp 4:19). 

  • Consejo Pastoral y/o Psicológico
Si uno ya forma parte de una iglesia, puede recurrir a la ayuda, consejo y guía de su Pastor o de alguno de los líderes con quien se sienta más confiado. Contar con alguien cimentado en las Escrituras y con experiencia pastoral puede ser de una ayuda muy valiosa. Él o ella puede acompañarlo en esta etapa como su guía espiritual. 
También, uno debería recurrir a la asistencia psicológica de un profesional en el área. Si tiene experiencia con pacientes que sufren de depresión tanto mejor. Es importante averiguar primero sus referencias; a veces es mejor recurrir a aquéllos que son aconsejados por terceros. Hay muchos psicólogos cristianos hoy en día, por lo que esto ayudaría aún más a tratar la depresión. 


Prisioneros del desánimo



De todas las imágenes que vi sobre depresión, ésta es la que más me gustó.
Cito también una frase de la página donde la encontré:

caer está permitido, levantarse es obligatorio”.

martes, 21 de mayo de 2013

Elías en el Desierto

" Y él [Elías] se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres." 1 Reyes 19:4 (RVR1960) 

El nombre Elías significa "Jehová es mi Dios". Es considerado, junto con Moisés, el profeta más importante en el Antiguo Testamento. De hecho, Jesús se encuentra con ellos dos en el monte de la transfiguración (Mt 17). Elías había alcanzado en su momento una gran fama en Israel, mucho más que los demás profetas. Y sin embargo, en propias palabras del autor de la Epístola de Santiago, "Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras", alguien que podía también atravesar una crisis de fe, e incluso, caer en la depresión. 

En un principio vemos a Elías valiente, audaz y victorioso; alguien que experimenta el poder sobrenatural de Dios con facilidad y en todo momento para realizar las obras más extraordinarias. Desafió a Acab y su esposa Jezabel, detuvo la lluvia nada más y nada menos que por tres años, fue sustentado milagrosamente por un cuervo, multiplicó el aceite de una viuda pobre, resucitó a un muerto, hizo que lloviera luego de una prolongada sequía, derrotó a los profetas de Baal y Asera, hizo caer fuego del cielo. Parecía alguien invencible, lleno de la presencia de Dios.

Pero de repente, en el capítulo 19 de 1 Reyes, nos encontramos con un Elías temeroso, huyendo como un cobarde, agotado al extremo, deprimido y queriendo morir ¿Qué lo llevó a ese estado tan lamentable? ¿Cómo pudo de un instante a otro caer de un lugar tan alto a lo más bajo? ¿Qué hizo y cómo lideó con su depresión? ¿Cómo la atravesó?

Elías había pasado mucho tiempo trabajando de manera incansable para el Señor. En esa época -siglo noveno antes de Cristo- reinaba el rey Acab, quien "hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él" (1 R 16:30). Su esposa, Jezabel, era la hija del sacerdote y rey pagano de Sidón. Acab comenzó a servir a los ídolos de su esposa, por lo que la adoración al dios Baal se terminó generalizando en Israel. Debido a esto, el profeta Elías retó a los 450 profetas de Baal en presencia de todo el pueblo. Allí demostró que Dios era un Dios vivo y poderoso, quien mandó fuego del cielo para que se consumiera el holocausto. En contraposición, el dios Baal que aquellos profetas adoraban no dio señales de ningún tipo, avergonzándolos en gran manera. En consecuencia, todo el pueblo adoró a Jehová y creyó en Él. Elías mandó a capturar a todos los 450 profetas y los degolló en el arroyo de Cisón.

Jezabel se enteró de todo lo sucedido por medio de su esposo Acab, de manera que mandó un mensaje a Elías amenazándolo de muerte. Elías decidió huir temeroso por su vida. Fue así que terminó en el desierto deseando morirse ¿Cómo es que este gran profeta pudo contra 450 profetas de Baal pero no pudo enfrentarse contra las amenazas de la reina Jezabel?

 Elías había caído en el desánimo, en la desesperanza y desesperación. Había trabajado y orado mucho para que el pueblo se arrepintiera y se convirtiera a Jehová. Sin embargo, la reacción de Jezabel le demostró que por más obras milagrosas que hiciera, ambos reyes no cesarían en seguir idolatrando a Baal, y su mal ejemplo seguiría influenciando al pueblo de Israel. Todos sus esfuerzos parecían haber sido en vano, y sus expectativas no habían llegado a cumplirse. 

Sin siquiera consultar a Jehová, algo inusual en el profeta, decidió huir al desierto. En un principio, Elías había ido a refugiarse allí para salvar su vida. Pero luego de un día de camino, se sentó bajo un enebro y clamó a Dios para que le quite la vida. Claramente, estaba sufriendo una depresión, ese debilitante padecimiento que afecta a la persona en su totalidad impactándola negativamente a nivel espiritual, mental, emocional y físico.

Cómo Dios maneja la depresión de Elías

Dios envió a un ángel para que cuidara de las necesidades físicas de Elías, dejándolo descansar y proveyéndole de alimento. Tan sólo lo despertó para que comiera. Dios sabía que su cuerpo estaba agotado y necesitaba recuperar las energías. "Y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse." (1 R 19:5-6)

Luego, Elías caminó por el desierto por cuarenta días, pareciendo deambular sin rumbo fijo. Desde que huyó de las amenazas de Jezabel, Elías en ningún momento pidió consejo y ayuda a Dios, tampoco buscó refugio en Él. Sin embargo, Dios es paciente con sus criaturas y no lo abandonó en ningún momento. Todo lo contrario, Él esperó a su siervo hasta que éste pudiera abrirle su corazón y escuchar así su Palabra. 


La depresión se parece mucho al deambular sin sentido de Elías en el desierto. Uno se refugia en el sueño, sin siquiera preocuparse por comer ni beber. Se aleja de todos, adentrándose más y más en la soledad. Uno también se va alejando de Dios, dudando de que el Señor lo quiera proteger y ayudar. 

Cuando Elías finalmente llegó a Horeb, se metió en una cueva. La depresión fue llevando al profeta a aislarse cada vez más, buscando cobijo en donde no debería. De estar caminando sin rumbo por la aridez del  desierto terminó escondiéndose en la oscuridad de una cueva. Pero Dios lo acompañó durante todo ese trayecto. No lo juzgó ni lo reprochó. Él entendía la situación que su siervo estaba atravesando, y lo alentó más de una vez a pensar por qué llegó allí, qué lo llevó a terminar en ese lugar. 

Dios siempre fue muy cuidadoso y tierno en su trato con Elías. Con suavidad lo ayudó a que apartara su mirada de los problemas y su miseria, y la pusiera en Él. Dios usó preguntas para que Elías saliera de su encierro y pudiera asincerarse, confesarle qué era lo que realmente lo estaba angustiando. Es así que finalmente el profeta le respondió: "He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida." (1R 19:10)

El problema de Elías era que había caído en una crisis de fe que ahondaba su desesperanza. Dudó desde un primer momento de que Dios pudiera protegerlo contra las amenazas de Jezabel. Y también dudó de la soberanía de Dios, por lo que le preocupaba ser el único profeta que había quedado en todo Israel para defender su causa. Tenía arraigado en su pensamiento la idea de que él mismo era indispensable y que oh pobre Dios no tenía quién más luchara por Él. Ignoraba la total independencia de Dios y su carácter de completo Soberano. Si bien Dios usa individuos para llevar a cabo sus planes, nunca depende de ellos para lograr sus Propósitos. 

Dios, en su eterna misericordia, comprendía el sentimiento de fracaso que sentía Elías, aunque sabía bien que venía de una concepción errónea sobre Su Persona. Se daba cuenta de que Elías había perdido la confianza, la esperanza y la fe. Por esa razón, le ordenó que saliera de la cueva, rechazando la manera en que eligió protegerse y esconderse, para mostrarle que Dios mismo debía ser su único refugio. Su invitación a encontrarse con Él serviría para corregir su limitada visión de las cosas, especialmente en relación a Su Soberanía. 

 Antes de que Elías saliera de la cueva, cuatro eventos sucedieron, de los cuales tres fueron espectaculares: "Un grande y poderoso viento que rompía los montes y quebraba las peñas (...) tras el viento un terremoto (...) y tras el terremoto un fuego (...) y tras el fuego un silbo apacible y delicado" (1R 19:12). En ninguno de los tres primeros se encontraba Jehová. Elías se percató de ello, y sólo reconoció la presencia de Dios cuando escuchó ese pequeño y delicado sonido. Fue sólo cuando oyó ese suave murmullo que Elías cubrió su rostro con su manto, en un claro acto de reverencia, y salió de la cueva. Son las almas gentiles las que se conmueven más por la ternura de la misericordia de Dios que por sus actos sobrenaturales.

Elías tenía que aprender que Dios trabaja principalmente a través de Su Palabra para traer un cambio en la vida de las personas, y no tanto en los milagros y sucesos espectaculares. Dios honra siempre Su Palabra, nunca la relega a un segundo plano. Como en el caso de Jezabel, no importaba cuántos milagros podía hacer Dios a través de Elías, ella ya rechazaba de lleno la Palabra de Dios. 

Esto demuestra la importancia y necesidad de permanecer en la Palabra, el único lugar donde podemos escuchar a Dios hablando en la quietud de nuestra alma. Es ahí donde podemos poner nuestra atención en Él y aplicar su verdad en nuestras vidas.

Una vez que Elías salió de la cueva, Dios se presentó y le hizo la misma pregunta: "¿Qué haces aquí, Elías?" (1R 19:13). Pero la respuesta del profeta siguió siendo la misma, demostrando cuán arraigados estaban sus sentimientos de rechazo y dolor; cómo seguía aferrándose a ese pensamiento equivocado para lidiar con su desilusión y supuesto fracaso. 

Dios, en cambio, le encomienda a Elías una nueva tarea haciéndole entender que Dios es Soberano, Él está en control. El esfuerzo y trabajo del profeta no había sido en vano. De hecho, Elías no estaba solo como él pensaba, sino que Dios ya se había reservado 7000 israelitas que no habían "doblado sus rodillas a Baal" (1R 19:18)

 La historia de Elías nos enseña que no es tanto en el lugar de la victoria donde descubrimos quién es verdaderamente Dios; sino que es en la soledad, cuando las cosas no salen como esperábamos y las personas nos decepcionan, cuando descubrimos la soberanía de Dios y su fidelidad para con su pueblo. Es en esos momentos cuando Su misericordia se hace más presente en nuestras vidas. Dios con Su amor y paciencia infinitas siempre nos espera a que salgamos de nuestras cuevas para colocarnos en Su presencia.

Algún Día



"Algún día mi querido amigo
Algún día aunque no se cuándo
Oooo vas a vivir en paz.
Tu corazón maltratado va a volar
Tus heridas se convertirán en alas"


"Espero que veas la redención
de este lado del cielo
mi querido amigo"



Clamando desde una depresión profunda con Hemán ezraíta el Salmo 88

Salmos 88

Reina-Valera 1960
Súplica para ser librado de la muerte 
Cántico. Salmo para los hijos de Coré. Al músico principal, para cantar sobre Mahalat. Masquil de Hemán ezraíta

Oh Jehová, Dios de mi salvación,
Día y noche clamo delante de ti.
Llegue mi oración a tu presencia;
Inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está hastiada de males,
Y mi vida cercana al Seol.
Soy contado entre los que descienden al sepulcro;
Soy como hombre sin fuerza,
Abandonado entre los muertos,
Como los pasados a espada que yacen en el sepulcro,
De quienes no te acuerdas ya,
Y que fueron arrebatados de tu mano.
Me has puesto en el hoyo profundo,
En tinieblas, en lugares profundos.
Sobre mí reposa tu ira,
Y me has afligido con todas tus ondas. Selah
Has alejado de mí mis conocidos;
Me has puesto por abominación a ellos;
Encerrado estoy, y no puedo salir.
Mis ojos enfermaron a causa de mi aflicción;
Te he llamado, oh Jehová, cada día;
He extendido a ti mis manos.
10 ¿Manifestarás tus maravillas a los muertos?
¿Se levantarán los muertos para alabarte? Selah
11 ¿Será contada en el sepulcro tu misericordia,
O tu verdad en el Abadón?
12 ¿Serán reconocidas en las tinieblas tus maravillas,
Y tu justicia en la tierra del olvido?
13 Mas yo a ti he clamado, oh Jehová,
Y de mañana mi oración se presentará delante de ti.
14 ¿Por qué, oh Jehová, desechas mi alma?
¿Por qué escondes de mí tu rostro?
15 Yo estoy afligido y menesteroso;
Desde la juventud he llevado tus terrores, he estado medroso.
16 Sobre mí han pasado tus iras,
Y me oprimen tus terrores.
17 Me han rodeado como aguas continuamente;
A una me han cercado.
18 Has alejado de mí al amigo y al compañero,
Y a mis conocidos has puesto en tinieblas. 


Este Salmo se lo considera como el más triste, desesperanzador y oscuro de todos.  Es el único en la Biblia atribuído directamente a Heman el ezraíta, hijo de Joel y nieto del profeta Samuel. Heman era visto como un hombre sabio y talentoso en la música, disponía de buena reputación por su excelente carácter y por venir de una buena familia. Sin embargo, a través de este salmo, Heman comparte con nosotros su intenso sufrimiento que atravesó desde la juventud por muchos años al punto de sentirse como un ´abandonado entre los muertos´(v5).

Cualquiera que haya sufrido de depresión crónica o la esté padeciendo, puede identificarse fácilmente con el grito de angustia y lamento del salmista. Heman describe claramente los síntomas que padece a causa de semejante enfermedad. No cesa de  clamar a Dios día y noche; una actitud muy similar a la adoptada por Job, quien a pesar de haber sufrido un prolongado sufrimiento, siguió clamando por su ayuda.
Al no recibir respuesta por largo tiempo, Heman se siente abandonado por Dios, e incluso castigado por Él. "¿Por qué, oh Jehová, desechas mi alma? ¿Por qué escondes de mí tu rostro"; "Me has puesto en el hoyo profundo"; "Sobre mí reposa tu ira, y me has afligido con todas tus ondas." Sentirse afligido y rechazado por Dios es muy común cuando uno atraviesa una depresión. Como Heman, cuando clama haber sido "puesto en un hoyo profundo, en tinieblas", uno se siente asimismo en un lugar muy oscuro del que sabe que por sí solo no puede salir. El salmista describe sin vueltas esa sensación de estar atrapado, "encerrado estoy, y no puedo salir".

El recurrir constantemente a la idea de muerte o compararse a sí mismo como un muerto en vida, es algo muy común cuando se padece la depresión. Muchas veces uno se pregunta si la vida vale la pena, y más todavía cuando uno carece de fuerzas y ganas para vivirla, sintiendose privado de poder disfrutarla. Claramente Heman sufría de depresión, ese estado que lo hace sentir a uno como "contado entre los que descienden al sepulcro; (...) como un hombre sin fuerza, abandonado entre los muertos".

Otro aspecto de esta enfermedad es el aislamiento. Heman también nos da a entender que sufrió su característica alienante cuando escribe que fue alejado de sus amigos y conocidos, quedándose solo en su sufrimiento (v8, v18). Algo parecido había experimentado Job, quien frente a tanto sufrimiento, deseó la propia muerte. En vez de recibir contención y ayuda por parte de sus amigos, algunos se alejaron, otros lo despreciaron y algunos incluso lo criticaron (Job 19:13-19).

Este salmo, en comparación con otros, parece más deprimente y desesperanzador porque carece de alguna idea o imagen que traiga esperanza. En el caso del Rey David, varios salmos escritos por él demuestran que atravesó por períodos de depresión. Si bien David también volcaba su sufrimiento, dudas, y lamentos en sus escritos, él siempre terminaba aferrándose a las cualidades bondadosas de Dios, traducidas en un canto de alabanza y agradecimiento. Lo que tiene de particular el Salmo 88 es la absoluta carencia de esto, llevándonos a suponer que Heman podía haber estado sufriendo una depresión mucho más prolongada y severa. Probablemente cuando lo escribió, estuvo en uno de sus momentos más desesperantes y angustiosos.

En muchos casos, la escritura nos ayuda a sobrevivir y a lidiar con el dolor, más todavía si lo expresamos como una oración elevada hacia Dios. Es interesante destacar que el salmo 88 no es sólo un lamento dirigido a Dios, sino también un canto de alabanza. Por que si bien hay  partes en las que Heman expresa sus quejas y dudas, reconoce en todo momento la soberanía y poder de Dios. Sus dudas no giran alrededor de esto último, sino de la voluntad de Dios y su relación para con su siervo, quien trata de mantenerse fiel a pesar de todo.

Es importante destacar que no sólo este Salmo existe sino también que se lo haya incluido en la Biblia. En sí este salmo carece de resolución alguna, pero Dios honra la petición de Heman de ser recordado en misericordia, pudiendo ser tomado como ejemplo de cómo un buen creyente también puede sufrir de una depresión severa. Y aún en medio de tanto sufrimiento, uno puede seguir clamando y buscando a Dios. 

Hay que tener en cuenta que Heman fue un hombre de Dios, talentoso y lleno de sabiduría. Su sufrimiento no se debía en nada por algo que haya hecho. El haber escrito este Salmo de manera tan honesta y abierta, con el propósito incluso de ser cantado en público, demuestra que la depresión no debe ser ignorada o escondida, sino todo lo contrario.

El Salmo 88 nos ayuda a sentirnos acompañados en esta lucha, identificándonos con los sentimientos de abandono y desolación de su autor. Nos enseña que no estamos solos en esto, que hubo muchos otros que vinieron antes que también sufrieron de la misma manera. Su caminar con Dios a través de esta enfermedad, en medio de tanta oscuridad, dolor y soledad, nos alienta a hacer lo mismo. A no bajar los brazos, a seguir esperando en el Señor y su sanación, quien nos asegura que "por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre." (Sal 91:14)


La Depresión: un camino para llegar a Dios

La depresión es una enfermedad. Sí... pero puede ser un camino que nos conduzca a Dios. Ese camino puede ser corto; otras veces, muy largo y arduo. Tal vez, puede ser un camino que dure toda la vida hasta que nos encontremos finalmente con Dios en nuestro descanso esterno. Sólo Él lo sabe. Nuestras vidas están en sus manos. No caigamos en la ansiedad y el miedo. Dios está en control.

No caminemos solos por este árido desierto. Encuentra a alguien con quien compartir una morada, un refugio, en tan desolado lugar. 


Y si preferís estar solo/a en este momento, invitálo a Jesús, que Él siempre estará contigo. 

Kingdom Come, by J. J. Heller

"Venga tu Reino que nos traerá descanso,
Todo será hecho nuevo
(...)
Toda tristeza y suspiro
se desvanecerá entre la noche
Y todo va a ser hecho nuevo"



Cada vez que escucho esta canción, me trae mucha paz. Espero que a ustedes también, y se sientan bendecidos por ella. Aquí les dejo la letra:


"Kingdom Come"

Ashes, ashes, we fall down
It always feels too soon
But when we walk on golden ground
All will be made new

Hallelujah
Hallelujah
Hallelujah
All will be made new
Life is but a dream at best
Morning's coming soon
Kingdom come will bring us rest
All will be made new

Hallelujah
Hallelujah
Hallelujah
All will be made new

All sorrows and sighs
Will fade away into the night
And all will be made new

Hallelujah
Hallelujah
Hallelujah
All will be made new

lunes, 20 de mayo de 2013

La Depresión, un mal de todos los tiempos

La depresión ya era conocida en la Antigüedad con el nombre de melancolía, término que viene del griego clásico - μέλας, "negro" y χολή, "bilis". Hipócrates (460 a.C.-370 a.C.) la definía como una grave dolencia caracterizada por una intensa tristeza. Según sus escritos, "el miedo y la tristeza, cuando duran mucho tiempo, constituyen una afección melancólica". Pero fue recién en el año 1725, cuando Sir Richard Blackmore define a dicha condición con el término actual de depresión; término que viene del latín depressio y significa "opresión", "encogimiento" o "abatimiento".

En la actualidad, se calcula que unas 350 millones de personas en el mundo sufren esta enfermedad. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, los trastornos depresivos unipolares ocuparon el tercer lugar en la causa de carga global de enfermedad en 2004 y llegarán al primer lugar en 2030. Además, se estima que será la segunda causa principal de muerte para el 2020.

Desde 1992 se ha venido commemorando el Día Mundial de la Salud Mental. Para su 20º aniversario, el 10 de Octubre de 2012, se eligió como tema central la Depresión y se distribuyó un material educativo al respecto que podés bajar en el siguiente link. 

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