sábado, 29 de junio de 2013

Fidelidad de Dios en la depresión

“Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes” - Salmos 27:13.

Durante una depresión, solemos dudar de las bondadosas cualidades de Dios; entre ellas, Su fidelidad Nos preguntamos si Él va a ser fiel con nosotros y nos liberará de la opresión y enfermedad que nos produce atravesar dicho estado ¿Qué significa que Dios es fiel? ¿Acaso significa que cuando muramos iremos al cielo pero durante esta vida seguiremos aplastados por dicha enfermedad? ¿Se trata, entonces, solamente de una fidelidad a nivel escatológico? ¿O podemos esperar que Dios demuestre su fidelidad actuando en hechos puntuales en nuestras vidas, como nuestra depresión? Resulta difícil comprender la fidelidad de Dios cuando experimentamos intenso dolor o una depresión por tiempo prolongado. Cuando su respuesta tarda en llegar, o ni siquiera llega, inevitablemente surgen éstas y otras muchas preguntas más, resquebrajando así lo que creíamos sobre Dios y su fidelidad.

En cierta manera, la depresión parece actuar como un obstáculo que impide nuestra comunión con Dios. Cada vez lo escuchamos menos, lo vamos sintiendo más lejos, y la calidez que solíamos sentir en nuestro interior poco a poco se va apagando, siendo ésta reemplazada por la aridez y la nada. Sentimos incluso que Su Santo Espíritu nos abandonó y Jesús mismo dejó de morar en nuestro interior ¿Puede ser esto cierto? Si recurrimos a las escrituras, la respuesta sería un rotundo no. Pero si nos basamos en nuestras propias experiencias, la respuesta sería definitivamente afirmativa ¿Cómo podemos conciliar, entonces, nuestra realidad con lo que Dios nos comunica a través de Su Palabra?

La respuesta reside en la fidelidad de Dios para con su creación. Su fidelidad es el puente que une nuestro abismo con el Reino de los Cielos; la oscuridad en la que nos encontramos con Su luz; la aridez de este desierto con la Tierra Prometida. Y esa fidelidad está encarnada en la persona de Jesús, quien nos acompaña en todo momento como un amigo que sufre con nosotros y por nosotros en silencio. Jesús permanece a nuestro lado escuchando nuestro dolor. A veces, nos brinda algún consejo, unas palabras de aliento, ya sea Él mismo a través del Espíritu Santo y las Escrituras, o través de alguien de nuestro entorno. Dependerá de nosotros en reconocerlo, recordarlo y agradecérselo. Poder hacerlo continuamente durante una depresión puede llegar a ser todo un desafío. Pero hay que saber y confiar que Dios está de nuestro lado, trabajando para nuestra salvación y redención. 

El Apóstol Pablo, alguien que sufrió muchísimo durante su ministerio, nos alienta con sus palabras: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28). "Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Romanos 8:18) Dios trabaja a través de todo lo que nos sucede para que nos vayamos conformando cada vez más a imagen y semejanza de Su Hijo Jesucristo. Si nosotros continuamente nos rendimos a Él, entonces, no puede haber absolutamente nada que le impida a Dios cumplir Su propósito para nuestras vidas. "Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:38-39)

viernes, 28 de junio de 2013

Ever Faithful God, by Paul Oakley

Ever Faithful God,

Paul Oakley


"All glory to the King of ages
All glory to the King of kings
His name is Love, His name is Jesus
Enthroned above in majesty

Into this world you came to save us
You bore the cross, you took my sin
You shone your light into my darkness
Unveiled the truth, this mystery

You are my God, you are my Saviour
You are the Rock on which I stand

Ever-faithful God, I cling to you
In every way you’ve shown that you are good
There’s no other love compares with you
Forever strong, forever true
Ever-faithful God, I cling to you

You are the end of all my searching
You pour your grace on my need
Unfailing love, unending mercy
Are found in you, The Prince of peace

You are my God, you are my Saviour
You are the rock on which I stand
You are my God, you are my Saviour
Eternal One, the Great I Am" 

sábado, 22 de junio de 2013

La Fidelidad de Dios evidenciada en las Escrituras

"Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones" - Deuteronomio 7:9

La fidelidad es una cualidad esencial de Dios que está intrínsecamente relacionada con la verdad. Así como Dios no puede ser fiel a medias, tampoco puede mentir. Dios no puede ser fiel por momentos; o muy fiel a veces y otras no. Menos que menos, no puede ser fiel con unos e infiel con otros. En Él, la fidelidad es completa y eterna. Dios siempre se mantiene fiel a Su palabra, a lo que promete y dice, como también a Su creación.

Durante todo el Antiguo Testamento se demuestra y declara constantemente la fidelidad de Dios para con su pueblo. Fue fiel con Abraham y Sarah cuando cumplió su promesa de que les nacería un decendiente, convirtiendo a Abraham en padre de multitud de naciones (Genesis 17:4). También fue fiel con el pueblo de Israel cuando los liberó de la esclavitud que sufrían en Egipto, les dio la victoria sobre sus enemigos y los llevó a la tierra prometida. Permaneció fiel a David, a quien  le había prometido que de su linaje nacería el Mesías. Es así entonces que podemos reafirmar lo dicho por el autor del libro de Josué, "no faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió" (Josué 21:45).

Todos los que aman a Dios y siguen sus mandamientos declaran constantemente en las Escrituras sobre esta cualidad de Dios, escribiendo cánticos de alabanzas y maravillándose de ella. El Rey David siempre la menciona en sus salmos: "Fieles son todos sus mandamientos" (salmos 111:7); "De generación en generación es tu fidelidad" (119:90); "Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes" (salmos 36:5). También el profeta Jeremías declara "Grande es tu Fidelidad" (lamentaciones 3:23). Obviamente esto no quita que los personajes descriptos en la Biblia no hayan tenido sus momentos de incertidumbre al respecto. Abundan ejemplos de cómo algunos llegaron a dudar de la fidelidad de Dios, preguntándose en repetidas ocasiones si a Dios realmente le importa, si no se olvidó de ellos o directamente los abandonó. Es el caso de Job y David, entre otros. Sin embargo, tarde o temprano buscaron vencer esas dudas y aferrarse, en consecuencia, a la fidelidad de Dios y creer en Su Palabra.

En el Nuevo Testamento, este atributo de Dios se manifiesta concretamente a través de la figura de Su Hijo. Jesús mismo es la encarnación de la fidelidad divina. Todo su ser es la expresión y muestra palpable de ello. Todo lo que dijo, hizo e incluso lo que permitió que sucediera fue para cumplir con su promesa de redención. Es por ello que durante el tiempo que habitó entre nosotros, constantemente se dedicó a sanar, enseñar, aconsejar, alentar y amar. Él varias veces lo declara: "porque así conviene que cumplamos toda justicia" (Mateo 3:15); "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido" (Mateo 5:17-18); "Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas" (Mateo 26:56). Jesús se refiere con esto al plan de salvación de Dios a través de Su justicia llevada a cabo en su muerte y resurreción. 

El momento donde se demuestra con mayor claridad la fidelidad de Jesús hacia Su Padre, y en consecuencia, hacia todos nosotros, es cuando ora en Getsemaní. Allí les confiesa a sus dicípulos la intensa angustia que siente: "mi alma está muy triste, hasta la muerte" (Mateo 26:38). En ningún otro momento Jesús les declara tan abiertamente sentir tanto dolor. Sabía lo que le aguardaba, ya sentía el gran peso de semejante sacrificio. Y por ello, le ora a Dios: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú" (Mateo 26:39). Por más que ya sintiera un intenso dolor y angustia por lo que le esperaba y que era conciente de que sería increíblemente mucho más brutal y arrollador, Él eligió obedecer hasta el final.

Es allí, en la crucifixión y posterior resurrección de Jesús donde cada uno de nosotros experimentamos y comprobamos la fidelidad del Dios triuno en toda su magnitud. En el mísmisimo misterio pascual, Dios nos demuestra que su plan nunca fue abandonarnos y dejarnos a merced de la muerte y el pecado. Porque no es la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos, que alguno se pierda (Mateo 18:14). Es por esta razón que el mismo Dios ha venido al mundo para salvar lo que se había perdido (Mateo 18:11). En el momento en que su único Hijo Jesús es sacrificado, Dios nos da la mayor prueba de su fidelidad. ¿Y qué más grande demostración de fidelidad hacia todos nosotros que ésta? Él mismo pagó con su propia vida nuestra desobediencia, nuestro pecado y perdición para cumplir con su promesa de salvación, cargando consigo todas nuestras dolencias y enfermedades  (Mateo 8:17). He ahí, en la cruz, nuestra principal fuente de esperanza y convicción de que Dios cumplió, cumple y seguirá cumpliendo con lo que nos prometió.

Jesús, incluso cuando llegó la hora de su Ascensión, no nos dejó solos sino que le rogó al Padre para que nos enviara otro Consolador, para que esté con nosotros para siempre. Es así que el Espíritu Santo nos acompaña en todo momento asistiéndonos en nuestras debilidades e intercediendo intensamente por nosotros (Romanos 8:26). Él es el que "convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio" (Jn 16,8). Nos enseñará y recordará todo lo que Jesús ha dicho y hecho durante su ministerio (Jn 14:26). Nos traerá a la memoria su fidelidad. 

Las Sagradas Escrituras nos demuestran una y otra vez que Dios nunca nos abandona y siempre cumple con Su Palabra. Son el testimonio de Su gran amor hacia nosotros, de un amor eterno porque Él es Fiel y Verdadero.






lunes, 17 de junio de 2013

Dios es Fiel

Cuando atravesamos momentos de intenso sufrimiento, o caemos en la depresión, solemos dudar de la fidelidad de Dios. Dejamos de creer en sus promesas e incluso podemos llegar a pensar que nos olvidó, le somos indiferentes o ya no le importamos más.  En realidad, lo que estamos haciendo es escuchar las mentiras de Satanás, provocando con ello que nuestra fe se vaya erosionando. Y cuanto más nos dejamos influenciar por ellas, más caemos en la desesperanza y la duda. Es ahí cuando nuestra imagen de Dios se va distorsionando y el conocimiento que tenemos sobre Él se va alejando cada vez más de la verdad. Empezamos a tomar las mentiras de Satanás como verdades mientras las vamos aplicando a nuestras vidas. Pensamos que Dios ya no nos quiere, que Él no es fiel a sus promesas, que no se preocupa por nosotros y no nos quiere sanar. En otras palabras, le adjudicamos a Dios lo que hace Satanás.

La depresión y el sufrimiento suelen arrastrarnos con fuerza hacia esos lugares donde abunda la mentira. Es por ello que la lectura constante de las Sagradas Escrituras junto con la oración incesante se vuelven elementos cruciales para no caer en la trampa. Termina siendo una cuestión de vida o muerte. Si nos dejamos influenciar por las mentiras, que sería todo pensamiento negativo, nos estaríamos dejando arrastrar hacia la muerte. Y esto es lo que Satanás quiere, como bien nos enseña el Apóstol Juan, "El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir" (Jn 10:10) En cambio, si nos aferramos a la Palabra, a la Verdad, estaríamos abriéndonos camino hacia la Vida, ya que Cristo ha venido para que tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia (Jn 10:10).  

Creer en la fidelidad de Dios nos ayuda a no caer en las mentiras. Esperar a Dios creyendo que Él es fiel a sus promesas es una manera importante de resistir al Diablo y sus deseos de muerte dirigidos hacia todos nosotros. Como nos enseña Santiago, debemos someternos a Dios y resistir al Diablo; de esa manera, él huirá de nosotros (Santiago 4:7). Es por ello que durante la depresión es crucial que nos resistamos como podamos a las mentiras que trata de hacernos creer Satanás. Debemos creerle a Dios, creer en sus Promesas, y confiar en que Él es fiel. Dios nunca abandona a su pueblo. 

Si tenemos dudas, si estamos lidiando con una mentira, entonces hagámosle caso a Dios cuando nos dice: "Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces" (Jeremías 33:3). Porque Dios es un Dios que no sólo ama la Verdad, sino que también la enseña. De hecho, la ignorancia, al llevarnos a hacer, decir, pensar y seguir cosas erróneas, es en cierta manera un pecado. El profeta Isaías bien lo dice: "Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento"(Isaías 5:13). Como también el profeta Oseas: "Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos"(Oseas 4:6).

Como dijimos al principio, creer en la mentira conduce a la muerte. Pero creer en la verdad nos lleva a la Vida. No nos dejemos convencer por todas esas mentiras que nos invaden durante la depresión. Cuando eso pase, recurramos a La Palabra de Dios. Su Fidelidad está intrínsecamente relacionada con la Verdad. Lo que es verdadero es siempre confiable. Y Dios no puede mentir, ya que no forma parte de su naturaleza. Por esta razón, podemos confiar en que Él va a hacer exactamente lo que prometió, el ser un Dios perfectamente confiable, cuya Palabra siempre se cumple.


Dios no es hombre, para que mienta,
Ni hijo de hombre para que se arrepienta.
El dijo, ¿y no hará?
Habló, ¿y no lo ejecutará?

                                                     - Números 23:19




viernes, 7 de junio de 2013

Vive



"Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres,
y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! 
Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive!" 
- Ezequiel 16:6






"Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, 
y en Jerusalén tomaréis consuelo. Y veréis, y se alegrará vuestro corazón, 
y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; 
y la mano de Jehová para con sus siervos será conocida, 
y se enojará contra sus enemigos." 
- Isaías 66:13-14


lunes, 3 de junio de 2013

Recuérdame quién soy

"Cuando pierdo mi camino,
Y olvido mi nombre,
Recuérdame quién soy.
En el espejo todo lo que veo,
es quién no quiero ser,
Recuérdame quién soy.
En los lugares más solitarios,
cuando no puedo recordar lo que es la gracia.

Dime una vez más quién soy yo para Vos,
quién soy yo para Vos.
Dime no sea que me olvide quién soy yo para Vos,
que yo te pertenezco,
a Vos.

Cuando mi corazón es como una piedra,
Y me alejo corriendo de casa,
Recuérdame quién soy.
Cuando no puedo recibir Tu amor,
temiendo que nunca seré lo suficientemente bueno,
Recuérdame quién soy.
Si yo soy Tu amado,
¿podrías ayudarme a creerlo?

Dime una vez más quién soy yo para Vos,
quién soy yo para Vos.
Dime no sea que me olvide quién soy yo para Vos,
que te pertenezco,
a Vos.

Soy el que vos amas,
soy el que vos amas,
eso bastará,
Soy el que vos amas."

Creer en la bondad de Dios

Creer en la bondad de Dios es casi imposible en esos momentos en que la depresión nos ataca con fuerza. Menos que menos podríamos creer que nos quiere y se preocupa por nuestro bien. Sin embargo, creer en que Dios es bueno puede llegar a ser nuestro único sostén mientras todo lo demás se desmorona; nuestro único lazo que nos impide caer en un pozo oscuro sin fondo lleno de voces que profieren mentiras.

Estamos obligados a creer en la bondad de Dios, nuestra fe así lo exige. Podemos tener ciertas dudas, cuestionamientos e incredulidad al respecto; como lo tuvieron Job, Jeremías o el Rey David. Pero no podemos permitirnos permanecer en esas dudas. Podemos dejar que esas dudas o críticas afloren como meros visitantes, pero no podemos construirles una casa para que se queden a vivir. Tarde o temprano tendremos que tomar una decisión que pondrá a prueba nuestra fe. Por más que Él no nos responda, por más que no nos sane, ¿qué pensamientos tendremos de Él? A pesar de las adversidades, ¿creeremos que Dios es un Dios de  misericordia?

David mismo buscó aferrarse a la bondad del Señor en todo momento, especialmente en aquéllos en los cuales sufría de una depresión o estaba siendo acechado por enemigos. Como él así lo confiesa en el Salmo 27: "Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes." Creer en la bondad de Dios lo ayudó a David a sostenerse y seguir adelante.

Cuando todos los pensamientos negativos nos golpean continuamente para que sigamos cayendo en la oscuridad y desesperación, tratemos de pronunciar esa breve frase pero tan cargada de luz: Dios es bueno. Dios es bueno. Dios es siempre bueno.

La aceptación de la personalidad, David Seamands

Te insto a que aceptes tu personalidad y reconozcas tu temperamento. El tener la verdad en lo íntimo significa que ya no tienes que resistirte a lo que eres. Cesas en tu lucha con el temperamento como un enemigo y empiezas a aceptarlo como un don de Dios. 
Yo mismo he pasado muchos años luchando conmigo mismo, intentando ser otro, batallando con mi temperamento nervioso, tenso, sintiéndome siempre algo enojado y tratando de ser distinto. El momento crucial del cambio llegó cuando pude aceptarme tal como soy. Porque un día el Señor dijo: "¡Mira, esto es lo que tienes! No vas a ser otra clase de personalidad. Lo mejor es que te acomodes a vivir con ella y aprendas a hacer algo con ella. 
"Y, además, si tú me entregas tu yo verdadero y lo poens en mis manos -no el super-yo, que no eres-, entonces los dos nos llevaremos muy bien y podré usarte tal como eres."
El primer paso en el aprendizaje a vivir por encima de la depresión es aceptarte tal cual eres. Esto no significa que has de ser controlado por el temperamento. Después de la conversión, el Espíritu Santo ha de ser el que tiene el control. Pero el Espíritu Santo sólo puede llenar y controlar lo que tú le cedes y engregas. Aunque no puedes cambiar tu temperamento, puedes permitir que el Espíritu Santo lo controle. 
Nos apartamos de Brengle cuando estaba en una depresión profunda, y no vamos a dejarle alli, y tampoco a ti. Él dijo:

La oración no traía alivio. en realidad me parecía que había perdido el espíritu de oración y el poder de orar. Entonces me acordé de dar gracias a Dios y alabarlo, aunque no sentía el espíritu de alabanza y acción de gracias. Todo sentimiento, excepto el de un abatimiento y depresión completos, había desaparecido. Así que di gracias a Dios por la prueba, y al hacerlo empezó a transformarse en una bendición. La luz empezó a brillar, primero poco a poco, y al fin penetró a través de las tinieblas. La depresión había desaparecido y la vida era hermosa y deseable otra vez, llena de influjos de la gracia otra vez. (Hall, Portrait of a Profhet, p. 214)

¡Esto es! Brengle dijo: "Me acordé". pablo escribe a Timoteo: "Te tengo en mi memoria." Mañana por la mañana recuerda que el amor de Dios no tiene sus raíces en nuestros sentimientos, ni en tus actividades y logros, ni aun en tu amor hacia Él. Su amor tiene las raíces en su propia fidelidad. El amor firme del Señor nunca cesa; su misericordias nunca tienen fin. Son nuevas cada mañana: "Grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dice mi alama; por eso espero en él" 


- Curación para los traumas emocionales, p. 145-146, David Seamands.

Permanecer en silencio frente a Dios

Dios nos habla en el silencio del corazón, en la quietud de nuestra alma. Dios quiere que lo escuchemos, continuamente nos invita a ello. En la Biblia, podemos constatar que varias veces nos ofrece dicha invitación: Escucha, pueblo mío; Escucha, hija; Oye, hijo mío... Dios quiere ser escuchado por su pueblo. Pero sólo si permanecemos en silencio lograríamos oír su voz; si conseguimos acallar los diversos ruidos que resuenan en nuestro interior.

Permanecer en silencio resulta muy difícil durante la depresión. Surgen con facilidad las voces de mentira, los pensamientos de condenación y desesperanza, las ideas de muerte, la duda, la preocupación, recuerdos traumáticos y muchas otras cosas más. Pareciera como si toda una orquesta desafinada estuviese tocando su peor obra. Nos altera, nos desgasta, nos perturba, nos desalienta; y lo que es peor de todo, nos roba la paz y nos impide entrar en comunión con Dios. 

Todas esas imágenes, ideas y sentimientos que afloran son como ruidos que no nos permiten escuchar a nuestro Creador. De todos ellos, el ruido que más azota a nuestros oídos es el del dolor. El dolor y los efectos que produjo en nuestra persona, ya sea en forma de mentiras, odio, dudas, miedos, entre otras. Inevitablemente todo nuestro ser -nuestra mente, corazón, cuerpo y alma- grita con desesperación. Le clamamos a Dios constantemente para que nos asista, nos sane. Y si no escuchamos respuesta alguna, recurrimos a cualquier cosa que pueda tapar todo ese griterío que hay en nuestro interior. Desde la música, la televisión, internet, hasta el alcohol o las drogas. Desesperadamente buscamos ´sedarnos´ con algo. Otras veces nos cobijamos en el sueño; así logramos ´apagar´ temporalmente todos esos ruidos. 

Frente a una depresión y al dolor que sentimos a veces durante esa enfermedad, ¿cómo, entonces, vamos a poder permanecer en silencio frente a Dios? ¿Cómo es posible que Dios busque hablarnos en el silencio de nuestro corazón si éste no puede parar de gritar por el dolor? ¿Cómo voy a poder lograr escuchar a Dios si todos estos pensamientos negativos estallan en mi mente? Viéndolo de esta manera parecería imposible. Sin embargo, si consideramos a la depresión como un proceso de purgación, el permanecer en silencio frente a Dios se volvería en un objetivo en sí mismo. 

Uno de los méritos que deberíamos darle a la depresión es que nos vuelve más honestos, si no con los demás, sí con nosotros mismos. Nos saca la careta y nos desnuda frente al espejo. Es en ese reflejo que vemos nuestras debilidades, nuestro lado vulnerable, nuestros verdaderos valores, nuestro pecado. Vemos esas partes de nuestro interior que permanecían ocultas, pero que ahora debemos hacerles frente. Y la mejor manera de hacerles frente es volcarlas bajo la luz de Dios para que las redima. Una y otra vez, hasta que ese lugar en nosotros haya sido cubierto por la presencia sanadora de Jesús. Y así con cada una de las partes oscuras que vayamos descubriendo. 

 Como vemos todos esos defectos nuestros a través de las lentes de la depresión nos sentimos abrumados y dolidos. La depresión los magnifica y los distorsiona más aún. Para contrarrestar dichos efectos, uno debería tratar de aferrarse a la Palabra, y si es posible, a la ayuda de un buen amigo creyente que sepa sacarlo de la confusión, la duda y la mentira en su debido momento. Durante la depresión uno se va enfrentando con la verdad y la mentira continuamente. Debemos discernir cuál es cuál; saber desechar la mentira y asumir la verdad con su correspondiente responsabilidad. 

Al ir vaciándonos poco a poco de todas las mentiras, pecados e ideas distorsionadas que vamos descubriendo, empezamos a darle más espacio a Dios en nosotros. Su presencia silenciosa y pacífica nos va llenando, por lo que vamos a poder escucharle poco a poco con mayor facilidad. Es más, un corazón en silencio es un corazón que ha sido limpiado, logrando reflejar así la imagen del Dios triuno que mora en él. Como dijo Jesús, ¨Bienaventurados los limpios de  corazón, porque ellos verán a Dios¨.