Creer en la bondad de Dios es casi imposible en esos momentos en que la depresión nos ataca con fuerza. Menos que menos podríamos creer que nos quiere y se preocupa por nuestro bien. Sin embargo, creer en que Dios es bueno puede llegar a ser nuestro único sostén mientras todo lo demás se desmorona; nuestro único lazo que nos impide caer en un pozo oscuro sin fondo lleno de voces que profieren mentiras.
Estamos obligados a creer en la bondad de Dios, nuestra fe así lo exige. Podemos tener ciertas dudas, cuestionamientos e incredulidad al respecto; como lo tuvieron Job, Jeremías o el Rey David. Pero no podemos permitirnos permanecer en esas dudas. Podemos dejar que esas dudas o críticas afloren como meros visitantes, pero no podemos construirles una casa para que se queden a vivir. Tarde o temprano tendremos que tomar una decisión que pondrá a prueba nuestra fe. Por más que Él no nos responda, por más que no nos sane, ¿qué pensamientos tendremos de Él? A pesar de las adversidades, ¿creeremos que Dios es un Dios de misericordia?
David mismo buscó aferrarse a la bondad del Señor en todo momento, especialmente en aquéllos en los cuales sufría de una depresión o estaba siendo acechado por enemigos. Como él así lo confiesa en el Salmo 27: "Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes." Creer en la bondad de Dios lo ayudó a David a sostenerse y seguir adelante.
Cuando todos los pensamientos negativos nos golpean continuamente para que sigamos cayendo en la oscuridad y desesperación, tratemos de pronunciar esa breve frase pero tan cargada de luz: Dios es bueno. Dios es bueno. Dios es siempre bueno.
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